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El París-Dakar sin dejar Santiago

13/12/2014
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Hay dos maneras de caminar sobre los adoquines de la rúa do Franco, la principal via de la zona vieja de Santiago de Compostela. La primera se caracteriza por las ampollas en los pies, la piel roja quemada por el sol y el alma en vilo en espera de recorrer los últimos metros hasta la Catedral. Es la estampa que protagonizan los miles de peregrinos que cada año emprenden el Camino de Santiago. La segunda, la menos conocida, pero habitual entre la gente local (sobre todo entre los 30.000 universitarios que viven en la capital gallega) es hacer la ruta también con las mejillas encendidas –por efectos del vino- , la panza llena y un pequeño vaivén en el andar.

Los individuos que pertenecen a la segunda categoría podrían ser los competidores del París-Dakar a la compostelana. El objetivo de esta “carrera” es tomarse un Ribeiroun vino blanco joven-, acompañado de una tapa, en cada uno de los cerca de 30 locales que se encuentran entre el bar París, al principio de la rúa Franco y la cafetería Dakar, en el tramo final. Al igual que su hermano mayor, el rallye que cruza los desiertos de Latinoamérica, la prueba santiaguesa está reservada a personas con afán de aventura y ganas de poner su resistencia a prueba.

Los orígenes de tan intrépida gesta son confusos. La pista se sigue a través de la cultura oral de los taberneros más viejos, esos dependientes de camisa antes blanca, ahora amarilla lejía, y de paño sobre el hombro. Ellos aseguran que en los albores de la competición existían “héroes anónimos” de hígado de hierro que llegaban al final sin perecer en el camino. Como en toda buena leyenda urbana, todo el mundo conoce a alguien que conoce a otro… que culminó el trayecto. Pero uno, que lo ha intentado, es escéptico. Dejando de lado el imaginario colectivo, la realidad marca que en el ecuador el habla se transforma en balbuceo y las cualidades psicomotrices son demasiado precarias para llegar al siguiente bar.

Si usted es una persona sensata, habrá llegado a la conclusión de que el París-Dakar es una especie de locura. Visite la Catedral, una de las más majestuosas del mundo, camine por las calles empedradas y guárdese de la lluvia en los soportales. Pero entre también en los bares de la ruta. Bébase un buen viño branco y disfrute de una tapa de mejillones, pulpo o una rica empanada.

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